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miércoles, 12 de noviembre de 2008

La vida de Gracia


El primer elemento es que el matrimonio y la familia están arraigados en el núcleo más íntimo de la verdad sobre el hombre y su destino. La Sagrada Escritura revela que la vocación al amor forma parte de esa auténtica imagen de Dios que el Creador ha querido imprimir en su criatura, llamándola a hacerse semejante a él precisamente en la medida en la que está abierta al amor.

La diferencia sexual que comporta el cuerpo del hombre y de la mujer no es, por tanto, un simple dato biológico, sino que reviste un significado mucho más profundo: expresa esa forma del amor con el que el hombre y la mujer se convierten en una sola carne, pueden realizar una auténtica comunión de personas abiertas a la transmisión de la vida y cooperan de este modo con Dios en la procreación de nuevos seres humanos.
En Cristo, de hecho, plenitud de la revelación de amor del Padre, se manifiesta también la verdad plena de la vocación al amor del hombre, que sólo puede encontrarse plenamente en la entrega sincera de uno mismo.
El matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano»
El auténtico amor se transforma en una luz que guía toda la vida hacia la plenitud, generando una sociedad humanizada para el hombre.
La comunión de vida y de amor, que es el matrimonio, se conforma de este modo como un auténtico bien para la sociedad.
Sólo la roca del amor total e irrevocable entre el hombre y la mujer es capaz de fundamentar la construcción de una sociedad que se convierta en una casa para todos los hombres.
El don de la creación vivido en las diferentes culturas ha sido elevado a gracia de redención por Cristo. Os invito a contemplar a María santísima, como la Madre del Amor Bello. El amor redentor del Verbo encarnado debe convertirse para cada matrimonio y en cada familia en «fuentes de agua viva en medio de un mundo sediento» («Deus caritas est», 42).
Amar el amor humano: Fragmentos de la herencia de Juan Pablo II, de Benedicto XVI

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