Ir andando desde niños sin perder la fe en Dios. María caminó sin perder la fe en Dios. Caminó sin ver, conoció sin ver. O mejor dicho vió y conoció de una manera oscura y misteriosa. Mantuvo una fe viva en el Dios trascendente e invisible, una fe que estuvo más allá de todas las pruebas.
María, Madre de misericordia, de verdad, de amor; no rechazó al mundo, no rechazó a la gente, ni a la sociedad, ni a las criaturas de Dios, ni a las obras de los seres humanos, sino que se entregó a la obra de la misericordia de Dios, a la compasión, a la acción del Amor Divino, a la obra de su Hijo Jesucristo.
El Amor Divino enciende lámparas en los corazones, contagia alegría y comunica vida. La santidad de la vida cristiana está basada no en el amor a una ley abstracta, sino en el amor a una persona divina: Jesucristo. Palabra de Dios encarnada. Y está basada en el amor a nuestros hermanos en Cristo. De ahí, que nuestra moral no es legalista, sino eucarística (Merton, Vida y Santidad; pág 79). Así nos hacemos don en el Corazón de Jesús resucitado.
En la medida que tomo conciencia de este Amor, respondo con suavidad a sus impulsos y a su Gracia. "Vuelvo de nuevo a sanar, recupero otra vez mi propio yo, en la soledad y en el silencio"( El Manatial de De Mello).
Es tiempo de espera, esperamos la Navidad... Un nuevo anhelo de vida brota, una nueva esperanza, un deseo sube desde lo profundo de nuestro abismo: Estar cerca de Dios.
A todos los que me leen y visitan, deseo un mundo de felicidad,
Carmen
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