Compartiendo mi fe

Atesoro recuerdos muy lindos de mi infancia, tengo recuerdos de cuando apenas era una bebita. Crecí en un hogar con mis padres, abuelos y hermanos. Mi mamá tenía un pequeño taller de costura y trabajaba cosiendo vestidos; mi papá la admiraba mucho por su inteligencia y por su capacidad para crear casi todo tipo de cosas manuales. Era de verdad, una artista.

Mi abuelita era muy católica y escogió para nosotros, para mi y para mis hermanos una educación católica. Estudié el preescolar y toda mi primaria en un colegio de hermanas españolas de la congregación Santo Ángel de la Guarda.

Tuve experiencias muy importantes en mi colegio. Allí las hermanas me motivaron a ser una persona responsable y con un profundo interés por mi superación personal. De mis amigas recuerdo con mucho cariño a Coromoto que vive en Cabudare y a Luisa que está en Canadá.

Anécdotas tengo muchas. Como la de mi primera comunión: antes de hacer la primera comunión, participamos de un retiro espiritual, al finalizar el retiro debíamos confesar nuestros pecados con el sacerdote que nos dió el retiro. Y para que no se me olvidaran los pecados hice una lista larga con todos ellos, a mi mamá siempre le hacía gracia recordar este episodio de mi vida espiritual.

Fue una hermosa celebración, mi mamá me hizo un vestido precioso, como de novia. Y todas las niñas estaban muy lindas.

Tuve mis tentaciones y peligros, en esos momentos de peligro, en los que no estaban ni mi papá, ni mi mamá; no porque no quisieran estar, sino porque estaban en sus ocupaciones diarias, me acompañó y luchó conmigo hasta vencer María Santísima en la advocación de María de Guadalupe. Desde entonces la Virgen Santísima es para mí, mi baluarte. Ella me enseño a amar la Eucaristía, a su hijo Jesús, me enseñó a ser fiel. Creo que en mi debilidad la Santísima Virgen ha actuado y hoy estoy profundamente agradecida de su patrocinio. ¡Gracias Madre!

Carmen